“-A partir de este momento considérate huérfana, olvídate que tienes familia.”
Fueron las palabras que me daban “aviso” de que estaba tocando fondo. Ya no había más abajo para mí.
Y a partir de ahí solo quedaba tomar una decisión:
-¡Terminar con todo! ó
- pedir ayuda.
Evidentemente opté por la segunda. Aunque lo intenté en varias ocasiones, sin éxito. Gracias a Dios.
Noche tras noche, esperaba que mis pequeños se durmieran y entonces llorando, sin saber que eso era clamar, decía: -“ ¡Dios, si realmente existes danos a los niños y a mi una vida nueva.”
Creyéndole a un varón que me había dicho que se casaría conmigo, ahora era mamá soltera de tres hermosos hijos, que son mi bendición.
Ante los ojos de mi familia, la sociedad, asi como ante los mios propios, yo era una mujer fracasada, deshonrada y avergonzada públicamente. (en oprobio.).
Sin embargo, eso no impidió que en respuesta a mis súplicas, el Señor Jesucristo se hiciera presente en mi camino, y mostrándome su gran amor hizo que mi vida hiciera un alto total y cambio de carril, rumbo a una nueva vida.
Me cautivó al decirme, que me amaba y no me condenaba por lo que había hecho.
Pues a este punto, no podía creer que existiera nadie en el mundo que pudiera amarme.
A partir de ese momento, nunca nada volvió a ser igual. De hecho, todo ha sido nuevo.
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